Gildardo Damián Jiménez Rodríguez. 

Gildardo era un joven de 17 años con un claridad impresionante después de su lucha contra el cáncer.

La experiencia que buscaba su alma era estar en el lugar indicado para encontrar la paz necesaria para poder descubrir y decidir la manera en que necesita vivir sus últimos días de vida de cara a su trascedencia.

¿Cuál fue su experiencia?

La experiencia comenzó desde vuelo en avión, pues éste fue pieza clave en su conexión consigo mismo y con todo aquello que le trasciende. Era evidente en Gil el diálogo con su interior al contemplar el cielo por la ventana.

Una vez en la playa, después de comer mariscos, disfrutar la brisa y pisar la arena, Gil se fue caminando con su mamá tomado de la mano, no decían ni una sola palabra, sólo caminaban y poco a poco, al alejarse, su imagen se hacía cada vez más pequeña. Al sentarse a tomar un poco de sombra Gil comentó, “Ya estoy cansado, ya luché hasta donde pude, mi misión en la vida está concluida, sé que he ayudado a muchos con mi ejemplo, ahora en este momento mirando hacia el mar sé que algo mejor me espera después de esta vida. Al ver el infinito en el cielo por la ventana del avión, puede ver que hay mucho más allá de lo que conozco en esta vida, y siento que lo que tenía que conocer ya lo conocí. Los médicos me han dicho que ya no le pueden ganar al cáncer, y yo ya no quiero seguir luchando... Ya estoy listo para partir.”

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Gil dio unos pasos hacia el mar y con lágrimas en los ojos agradeció a Dios por todo lo vivido, por su familia, por sus experiencias y por ese momento que estaba viviendo, después sin quitar la vista del mar le dijo a Dios, “estoy listo para irme contigo en el momento que tú decidas, yo ya no me aferro, ya viví lo que tenía que vivir”, y aventó la arena al mar.

Final Feliz!

Después de unas semanas, Gil compartió que el haber tenido esa paz que buscaba y haber contemplado la inmensidad del mar y del cielo, le dio la fuerza suficiente para entregarse al final de la vida, sin aferrarse a lo que ya no era para él. Agradeció a la fundación por haberle facilitado el encontrar lo que estaba buscando, aseguró que ahora tenía más claro que nunca su lugar con Dios, y que estaba cada vez más cerca de ocuparlo. Así, después de este sueño hecho realidad, Gil pudo protagonizar sus últimos días de vida a su manera, hasta que llegó el momento de partir.

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